¿Inconformismo o cabezonería?

Seguro que a la mayoría os habrá pasado algo parecido, o no. De pequeños nos han inculcado una buena educación, hemos sido unos buenos estudiantes, incluso se nos daban bien los deportes y así un largo etcétera. Con el paso de los años eso que hacía sentir de orgullo a nuestra familia empieza a diluirse. Como todos, crecemos y llegamos a cierta edad en la que soportarnos es seguramente peor que hacer una maratón por el desierto. Pasamos de todo y de todos, tenemos problemas con todo el mundo pero sobre todo con nuestros padres, nos vestimos de formas extravagantes (por no decir: salir disfrazado de casa), empezamos a tener unas relaciones “peligrosas”, nuestras acciones se transforman en actos despreciables, la educación que nos imparten entra por un oído y sale por otro, incluso se permiten el lujo de decirnos a la cara que nunca llegaremos a ser nada.

Me quedo con esta última frase. Si quieres y con el apoyo de tu familia (si no ha terminado harta de ti), puedes “volver al camino”, ese camino que de pequeño parecía tan fácil, que con el tiempo te das cuenta que se enturbia, complicándose de todas las maneras posibles. Algo por dentro te dice que es el momento de enfrentarte a todo y que eres capaz de retomar con ganas lo que no conseguiste cuando tocaba.

Pasan los años y los logros se hacen notar, las opiniones (que tan poco importan, según de quién vengan) empiezan a cambiar, te propones objetivos que superas con esfuerzo y sacrificio (que sólo tú sabes lo que cuesta y todo lo que implica) y que al final, por inconformismo o por cabezonería, sientes que sí vales para algo, que nadie nunca podrá decirte que no vales para nada. Tenemos que creérnoslo, nuestra generación tiene que ser un ejemplo para el futuro, con ganas, esfuerzo, sacrificio y levantándote de la silla se consiguen las cosas. Proponte metas y objetivos, alcánzalos poco a poco, conseguirás ser una persona digna de admiración. Escrito queda!

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